Las sociedades consumistas representan un estímulo psicoemocional y físico constante en el que parece que no hay lugar para el descanso, la descarga, la relajación y la expresión adecuada de emociones. Esta situación hace que estemos en permanente tensión, lo que favorece la multiplicación de problemas de salud físicos, psíquicos y emocionales.
El higienismo nos aporta claves interesantes para comprender los mecanismos de autocuración y limpieza a nivel físico, mental y emocional: consumir alimentos sanos y naturales, respirar aire puro y combinar adecuadamente ejercicio y reposo. Es importante que busquemos espacios para aplicarlas también en el terreno de las emociones y los pensamientos.
La respiración como higiene-emocional
Podemos observar nuestra forma de respirar y hacernos conscientes de los patrones que hemos automatizado y que pueden alterarla o bloquearla. Una forma de entrenar una respiración saludable es dedicar un tiempo a realizar lentamente las cuatro fases del acto respiratorio:
- Inspirar profundamente.
- Retener el aire para que se movilicen los alveolos pulmonares y se estimule la circulación.
- Espirar vaciando los pulmones.
- Hacer una pausa antes de la inspiración siguiente.
Cuanto más ralentizemos estas fases, más profunda y completa será la respiración.
Potenciar la carga positiva
Es el primer paso para reducir la entrada de tóxicos. Podemos conseguirlo con actividades sencillas:
- Contemplar paisajes que nos transmitan paz, calma o relajación; o que nos estimulen y nos ayuden a explorar una gama más extensa y sutil de emociones.
- Leer escritos positivos,escuchar piezas musicales armoniosas y bellas, contemplar imágenes artísticas que transmitan armonía y serenidad.
- Visionar documentaleso películas optimistas.
Aprendiendo nuestras reacciones y explorando territorios desconocidos contrarrestaremos la carga negativa que nos invade a diario.
Permitir la descarga
Es la actitud correcta ante la necesidad que el organismo tiene de exteriorizar. Si bloqueamos estos desahogos, solo conseguiremos acumular los tóxicos con las inevitables consecuencias perjudiciales para la salud. Lo mismo sucede cuando callamos algo que sentimos que deberíamos decir, cuando nos obligamos a tranquilizarnos o nos piden que no gritemos, incluso si lo hacen con amabilidad.
Los tóxicos acumulados terminarán desencadenando una crisis de limpieza cuando el organismo no pueda contenerlos por más tiempo. En el plano físico, esa crisis puede consistir en vómitos, diarreas y catarros o cualquiera de las llamadas “enfermedades agudas” desde la óptica médica.
En el plano emocional serán berrinches, gritos, llanto, ataques de risa.
Si reprimimos estas crisis, transformaremos problemas agudos o puntuales en problemas crónicos, forzaremos al organismo a aceptar un estado permanente de desequilibrio, contención, descontento o angustia.
Escuchar al otro: permitir su desahogo
El arte de escuchar supone aprender a estar junto a otra persona y hacer que se sienta apoyada sin juicios.También es recibir los gritos, el enfado, la frustración, sin acallarla, atendiendo con respeto, ofreciendo confianza sin tratar de calmar, sin dar consejos, sin empeñarnos en resolver el problema; abrazándola o tomándola de la mano, si eso la ayuda a confiar en nosotros y a expresarse libremente.
Escribir para expresar emociones
De hecho, esa ha sido siempre la función de los diarios íntimos: allí podemos expresar espontáneamente nuestras inquietudes y experiencias, nuestros sueños y proyectos.
También existen formas dirigidas o regladas para escribir con el propósito expreso de hacer limpieza emocional. El “Diario intensivo” de Ira Progoff, propone una serie de ejercicios sistematizados para conectar con el yo profundo. Solo hay que reservar un momento de tranquilidad y silencio para escribir, comprometerse a ser sinceros, centrarse en acontecimientos internos y prohibirse juzgar, analizar, censurar o interpretar.
Existe también un ritual simple y radical que consiste en escribir y, a continuación, quemar lo escrito para, así, desterrar pensamientos o emociones perniciosas. Asimismo, innumerables actividades artísticas o artesanales pueden complementarse con la práctica del yoga o la meditación: cantar, bailar, hacer teatro, pasear por la playa o por el campo, bordar… Cada cual puede buscar la forma que mejor se adapte a sus necesidades o costumbres. En cualquier caso, lo que importa es que esos pensamientos y emociones salgan, combinando la exploración interior, incluidos nuestros resquicios más oscuros, el desahogo emocional y la comunicación con el mundo exterior.
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