A Linda Rodin expatriada italiana, estudiante de la Universidad de Nueva York, modelo, galerista, vendedora de libros en Rizzoli, propietaria de la tienda Linda Hopp en Soho, editora de Harper’s Bazaar, estilista y empresaria cosmética. En su última reencarnación, se ha convertido en todo un modelo a seguir para aquellas mujeres que quieren envejecer con elegancia.
Olio Lusso, la marca de aceites faciales que la convirtió en un icono de la cosmética en los sesenta, nació por casualidad a raíz de su pasión por viajar. De compras por mercadillos de segunda mano de todo el mundo encontró cosas como la caléndula en Sudáfrica o el aceite de argán en Marruecos y empezó a experimentar con todos los ingredientes por sí misma. Empezó a llevar sus brebajes caseros a las sesiones de fotos en las que era estilista. Lo que empezó como una mezcla de jazmín, neroli, onagra y demás fragancias en una taza de café para ambientar la casa, se acabó convirtiendo en una línea de bálsamos labiales, cremas y aceites para el cabello (creados en colaboración del legendario peluquero Bob Recine) que se vendía en tiendas a nivel global.
Linda es todo un referente del estilo y a la vez un nido de contradicciones. No hay en el mundo una reina de la cosmética más austera que ella. Su secreto de belleza recae en usar únicamente sus aceites y un poco de labial rosa. Hace unos años usaba productos para rellenar las arrugas pero, después de superar esa fase, podemos decir que ahora es más Linda que nunca. “Es muy difícil ser natural”, admite, “pero creo que la filosofía correcta es que tienes que intentar estar lo mejor posible dentro de tus propios límites. Tienes que aferrarte a lo que te hace ser feliz y a lo que te da confianza en ti misma. Bastante presionados estamos ya como para hacer cosas que no nos proporcionan ningún tipo de alegría, ¿verdad?”.
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