Comienza el día con una frase motivadora:
No basta con que sea la de un autor reconocido. Crea una propia. Que te entren ganas de levantarte de la cama cuando la oigas. Y ahora tatúala en tu mente cada mañana. Pégate un baño. Aunque no te apetezca, hazlo cada mañana.
Busca tus horas pico:
¿Cuándo estás más motivada? ¿Por la mañana? ¿Por la tarde? ¿Noche? Personaliza tu productividad y descubre en qué horas del día funcionas mejor.
Organiza la energía, no el tiempo:
El tiempo es limitado y no puedes controlarlo. Organiza tu energía del día para maximizar tu motivación. Así manejarás tu propia energía y tu reparto de tareas será mucho más manejable.
Diario de vida:
No es una tabla de objetivos. Va más allá. Es un diario en el que pondrás lo que quieres en la vida, y qué pasos debes hacer para conseguirlo. Déjalo en tu mesa de noche. Te recordará cada día para qué estás ahí.
Un libro semanal:
Lee un libro motivacional a la semana. No hace falta que dejes tus novelas de lado. Cuando lleves 4 semanas haciéndolo sabrás la importancia de este hábito.
Moverse…¡y mucho!
No necesitas un gimnasio de lujo para hacerlo. Una vuelta al vecindario o una rutina básica de ejercicios en casa hace maravillas para tu motivación.
Piensa que tus necesidades son tus prioridades:
Necesitas sentirte satisfecha. Es necesario para lograr tu misión. Necesitas trabajar en lo que te apasiona. Si sabes esto, el hecho de que necesites luchar para conseguir tus metas se hace más claro, ¿verdad?
Un logro diario:
Cada día consigues hacer cosas nuevas, incluso cosas que no pensabas conseguir. Llegar más pronto al trabajo, acabar esa tarea, hacer una cena buenísima. Apunta en una libreta ese logro diario y verás cómo te ayuda a seguir.
Y nunca olvides que Si puedes soñarlo, puedes hacerlo. ¡A vivir!